Estado: fuera de constancia blogguística

Heme aquí, en pleno enero y en Buenos Aires, intentando sobrellevar como todos este insalubre calor que sofoca estos días. Al ser este el primer posteo del año, quisiera no sólo cortar con la seguidilla de posteos pseudo melancólicos por el fin de la secundaria, sino cambiar también el enfoque usual que suelo darle a lo aquí escrito.

El año académico suele darle pie a algunos escritos a través de situaciones, textos, conversaciones, u otras razones capaces de dar vida al fluir de las letras que hacen ( o hacían) referencia a la política o a mi ciclo escolar. Con la jungla de cemento semi vacía y la cabeza despejada, aprovecho la oportunidad para rendir pleitesía a música y textos de este verano.

Musicalmente, he tenido diversas etapas, aunque siempre manteniendo una variable constante: si bien he coqueteado con el rock nacional y he mantenido una relación casi estable con el brit pop durante largos períodos de tiempo, Oasis ha sido la única banda capaz de permanecer a lo largo de los años, con mayor o menor intensidad, en mi repertorio. El jazz como género quizás pudiese calificar para disputarle el trono a la banda inglesa, si no fuese porque el primero es mucho más reciente. Habiendo entrado en el terreno pantanoso pero encantador de este último género mencionado, puedo enunciar una serie de consecuencias de mi acercamiento con el jazz. El motivo de mi approach a las dulces ( para mis oídos, al menos) melodías del jazz, ha sido el simple oír del tema " Somewhere over the Rainbow" en cierta película que no recuerdo, la escucha de este estilo de música me acerco al instrumento que hoy en día intento aprender: el piano, el cual, a su vez, abre mi panorama musical inclinándome hacia otro estilo de melodías de las cuales no me siento capacitada para mencionar en la actualidad.

Trasladándome de las notas musicales a las letras, debo afirmar no sin cierto pudor que hace meses ya que Cortázar me mira desde el escritorio, preguntándose cuando lo leeré, y cómo es posible que otros autores menos meritorios se le hayan adelantado en la lectura de su tradicional absurdo.
Quisiera hacer un queja pública: ¿qué se le pasaba a Orwell por la cabeza cuando escribió el final de 1984? Lo ideal hubiese sido que hubiese trascendido la mera mención de la Hermandad para también desafiar, e incluso derrocar, al sistema que tanto oprimía al protagonista. Por delante, además de Cortázar, tengo también a García Márquez y Salinger, veremos que suerte les depara a los mismos.


Llamado a la solidaridad: si alguien quisiese dejar un tópico específico para poder así explayarme a gusto, que lo haga, el estado de vagancia perpetua de mis vacaciones parece haber infectado este blog que se encuentra en una suerte de decaímiento agravado por la próxima ausencia de su autora por sus vacaciones en la costa. (Cerrini, Brunsteins, Cher, que ustedes me dejen un tópico sobre el cual escribir es prácticamente un requisito inviolable de su paso por este intento de blog. Aún así, la temática de cualquier otra persona será acpetada con agrado teniendo en cuenta el estado de caída en picada de este espacio).



S.